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GOOSEBUMPS

Today I was thinking about this absolute fact about myself: I love with every pore of my skin. I love with every inch of flesh that I have in my body, in this body that breathes and shakes like a thunder. I don't know a lot of people that allows themselves to feel like that, and that's why I rarely share my cave with others.  And even tho it seems that we, emotional people, have to hide in walls full of coldness to survive in this society, I will always prefer to suffer the consequences of feeling this highly that being in the other side, because I have already being in that side of myself; not wanting to feel anything because everything was so hard to understand for me and for the people around me. I have been in this position of shutting all my emotions and living life like a robot. We are meant to feel, we are meant to be the most powerful versions of ourselves, to be light, and to share that light with other’s.  Now, after a long ride, I think it's a privilege to feel t

El libro de lo que nunca se llegó a decir

Se podrían hacer libros con todo lo que se querría haber dicho, pero no se pudo decir.  Este libro no estaría escrito con palabras, sino con salpicaduras similares al error de un artista en un lienzo en blanco; sería como el cuadro de algún pintor surrealista, vanguardista, loco; una sopa de letras en la que todas de pequeñas hemos intentado conjugar nuestro nombre.  Sería un libro caótico porque todo lo que no se dice se convierte en un caos ridículo. Todo lo que no se dice se guardaría en ese libro y se haría mancha borrosa y extraña, incomprendida, y al final olvidada.  Bueno no, olvidada no. Lo que no se dice por miedo nunca se olvida, simplemente se mantiene vivo en algún rincón donde duele menos. Pero ahí está, haciéndose paso entre tus curvas, tiñéndote los huesos con rosas secas, con abrazos que duelen más de lo esperado; con miradas que evitas por vergüenza, por culpa, por confusión, por rabia.  Qué gran libro sería... Lleno de grises, lleno de lágrimas, lleno de mentiras y ve

NO ES BONITO

Hace algunos años odiaba que me vieran comer. Me daba asco la idea de que alguien me viera metiéndome comida entre los dientes, masticándola, tragándola y tal vez tener que limpiarme la boca después. Odiaba la sensación de que alguien se diera cuenta de lo asquerosa que era.  Escribo sobre esto ahora porque hace relativamente poco, un amigo que vivió esto en primera persona conmigo, me dijo que se alegraba de que ya no fuera un problema para mí algo tan básico como comer al lado de otra gente. Y la verdad es que, no es que haya dejado de ser un problema, sino que he aprendido a canalizar el odio hacia mi misma de otras maneras.  Tal vez fue la perversión de mi cuerpo y la idea de belleza que recibí en aquel abuso de 2008, o todas las Barbies que aparte de saber hacerlo todo, estaban talladas todas con un cuerpo imposible de conseguir. Tal vez fueron las miradas llenas de "Tu nena eso no", de mi padre al querer comer lo mismo que mis hermanos, o los "mete tripa" de m

CUCHILLOS

"Tú escribes con el cuchillo entre los dientes". Algo parecido dijo Diego "El Cholo" Simeone, pero fue Sebas, el tío de las gafas del bazar, en el Absenta del Raval, una madrugada de lunes, quién la usó para referirse a mi manera de escribir.  Volviendo a casa esa noche, después de subirme en un coche que olía a antigüedad, a familia y a reliquia; y después de los 14 cortos minutos en el bus nit, pensé: Escribo con un cuchillo entre los dientes mientras otro me raja la carne, mientras otro me amenaza con los mismos fantasmas y quiere hacerme desangrar hasta que, una vez vista la sangre coagulada en el suelo, recuerdo que yo esta mierda nunca la pedí, pero que la dejé pasar como dejan pasar los semáforos en rojo a los coches que no temen estrellarse.  Y me pregunté a la mañana siguiente, ¿Será verdad que entre intensos nos encontramos y nos abandonamos con la misma rapidez con la que una cerilla se prende y quema la parafina? ¿Será verdad que entre intensos nos encon

CUÑADO

Mi cuñado llegó a nuestras vidas y se convirtió en la cuarta pata que le faltaba a nuestra mesa. Me conoció con cinco años, cuando me era imposible desprenderme de mi vestido de princesa color rosa y tenía una actitud desafiante con todo el que se me pusiera por delante.  Se convirtió en comidas cada sábado y en el refugio de mi hermana en el que se podía sentir a salvo después de haber tenido un pie en la incertidumbre durante mucho tiempo. Mi cuñado fue, es, y será hasta que tenga que ser, el hombre que nunca hubo en la familia. Su rol, lejos de autoritario, consistía en estar presente, estar sin hacer ruido, y, entre otras cosas, cocinarnos rico cuando íbamos de visita con mi madre.  Llegó a una familia un tanto rota, torcida y apurada. Llegó y se convirtió en un brazo en el que apoyarse, en el que confiar y en el que compartir silencio. Se convirtió para mí en una figura siempre presente, a la que tuve que aprender a descifrar y entender. Se convirtió en familia incondicional. Se

á n g e l e s

He visto ángeles; les he tocado y les he escuchado reír. He visto ángeles en esta tierra que llora; ángeles ardiendo, con la tierra bajo sus pies desnudos y sus ojos rotos. He visto ángeles bailando solos. He visto ángeles llorar y taparse la cara húmeda con sabanas usadas. He visto ángeles morir, pedir perdón y suplicar sin decir palabra. He visto ángeles cansados de luchar y he visto ángeles convertidos en demonios.  Pero de entre todos los ángeles que he tenido el privilegio de conocer, nunca he conocido a ninguno que no tenga grietas, ni puntos aún por retirar. Todos tienen heridas en estado de alarma, a punto de sangrar.  Si les aprieto la herida gritan. Gritan, gritan, gritan. Pero todo por dentro. Todos siempre por dentro.  De todos los ángeles que he visto no hay ninguno que sepa mirarse al espejo. No hay ninguno que no quiera ser amado ni amar; no hay ninguno que no sea perverso, malévolo o retorcido. No hay ninguno que no conciba su propia muerte. No hay ninguno que no piense

MICKY

Mi madre perdió a su hermano pequeño, Micky, por culpa de las drogas. Por lo poco que he oído de él, era un punki alemán que se paseaba por las calles de Köln en patinete, llevaba crestas de colores, vestía con leotardos estampados y siempre sabia qué decir para hacerte reír. Mi madre, cuando hablamos de él y me explica cómo murió, siempre dice lo mismo:  subió al tejado de su apartamento y resbaló.  Y yo siempre he creído que subió al tejado de su apartamento para tirarse, o que, engañado por lo que se había pinchado, creía que podía volar. A raíz de esta perdida se creó en mi familia un gran tabú alrededor del alcohol, las drogas y la noche; la noche en la ciudad, la noche en el pueblo, la noche, a secas.  Cuando descubrí la noche de la que me habían privado con una sutileza casi premiable, me enamoré de bailar, de beber, de perder la vergüenza, de la ciudad, de la noche. Y también me encapriché de todo lo que podía hacerme daño, de los cuerpos ajenos y de la capacidad de estos de tr