LAS ENREDADERAS QUE PROTEGEN TU CORAZÓN HIEREN A AQUELLXS QUE QUIEREN QUERERTE
A veces la pena se hereda, estoy segura. La tristeza repentina, el odio, el rechazo, el miedo, las inseguridad; se acumulan como granos de arena, y por el poco espacio de la pecera al final agrietan la mente y se caen, como una cascada, todos de golpe. Yo he heredado esta melancolía de mi padre, que vive su vida con un vacío inmenso dentro; un vacío que nadie puede curar porque sus muros ya se han hecho invencibles. Siento pena por su vida, por su corazón que palpita tímidamente esperando la lagrima que nunca cae. Siento pena por sus ojos, que miran pero no ven, que quieren volver a esa época donde mis hermanos y yo éramos pequeñxs, aunque no fuéramos felices del todo; donde cada verano nos quedábamos en su casa, donde para él era fácil demostrar afecto llevándonos a comer fuera, o al parque de atracciones, o viajando hasta Venecia en autocaravana. Y te digo de ir a tomar algo y no lo hacemos y no me llamas y no me escribes ni me vienes a ver si yo no te lo pido. He aprendid...