Un día estaba hablando con mi hermana mayor sobre las debilidades personales, y le expliqué que mi gran adicción, con la que perdía el control absoluto desde bien pequeña, era el chocolate, y que resultaba casi imposible comprar una tableta de este y esperar que llegara entera al final de la semana. Por lo que había decidido, desde bien chiquita, que era mejor no comprar chocolate, no tenerlo en casa y, por tanto, no caer en la tentación de devorarlo en un solo día. Mi hermana me miró curiosa y me preguntó: "Entonces, prefieres privarte del chocolate a gestionar el ansia que te produce, ¿No?". "Por lo que parece sí", le confesé. Y considero que es una de las lecciones más importantes que mi hermana, sin saberlo, me ha dado con una simple pregunta, ya que yo siempre estoy hablando sobre la importancia de la gama de grises a la hora de tomar decisiones, pero la realidad es que siempre estoy, como una pelota de tenis en la pista de juego, entre el blanco y el negro, y...
De pequeña creía en el amor ciego e inquebrantable. Creía en las medias naranjas y anhelaba con una fuerza desmesurada pertenecerle a alguien. Leí muchas novelas que me enseñaron a desear el amor por encima de cualquier cosa, y me aislé, como lo hacen los animales durante el invierno, en mi pequeña cueva de expectativas y sueños ficticios. Cuando me enamoré por primera vez fue un amor de fuego, irresponsable y lleno de lagunas. Me enamoré de la idea del amor y me perdí buscando el "nosotros". Me convertí en otra persona, y me olvidé por completo de que para amar a otros tienes que saber amarte a ti misma. Cuando me enamoré de Alex yo seguía siendo yo, pero empecé a entender las canciones. Me enamoré a fuego lento; bailábamos en la cocina y en secreto quería ser su musa fuera y dentro del escenario. Quería ser su futuro, su brillo en los ojos, la letra de alguna canción improvisada a las dos de la mañana. Me enamoré de la idea de ser de alguien, de la ilusión de compartir...
"Es solo una pared; suelen ser blancas", me dijo divertida mientras se tumbaba en la cama con el móvil pegado a la vista. Yo mire aquella pared ahora blanca, e intente buscar las lineas de bolígrafo que anteriormente habían dibujado un árbol sin hojas. Era solo una pared; era solo una pared igual que un libro es solo un libro, que un beso es solo un beso, y una película es solo una película. Pero... si era así, ¿Porqué me sabía tan mal que ahora no tuviera color, que no tuviera palabras escritas o dibujos decorando las esquinas? Si era solo una pared, ¿Porqué me molestaba tanto ese blanco pálido y vació que ahora vería todas las mañanas al despertarme? Yo había tenido aquella pared llena de pensamientos y dibujos desordenados; la había tenido cada día que me sintiera triste, feliz, pensativa, preocupada, melancólica, enamorada... Ella , por otro lado, solo tenía aquel aparato electrónico enganchado a las manos las vente y cuatro horas del día, a la espera de una nueva posi...
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