LA MUSA DE
Ser la musa
de alguien. Ser el laberinto más dulce de todo cerebro ateo en el que me
sienta bella cual Diosa griega y en el que sin tocarnos las pieles se respire
el deseo.
Ser
simplemente la musa de alguien, y verme a mí misma vestida en vestidos de seda,
sábanas blancas y pinturas de todos los colores, así, con todas las contradicciones
y malestares de una vida perfectamente ordenada y hecha para ser musa.
Ser la musa
de alguien y porque no, que alguien me adore y adule hasta que se haga domingo
y haya a otros a quienes proclamar culpables.
Ser la musa
de alguien y convertirme en perdición sin perdices; ser la musa de alguien y
perderme entre páginas blancas, entre sueños dormidos que se cuelan cual arena
entre mis dedos y me recuerdan, aunque yo no lo haya pedido, que mi tiempo la
belleza me quita.
Ser la musa
de alguien y compadecer a los solitarios… y hartarme, y gritar un respiro, y
sentirme libre entre brazos que me aprietan; una cárcel de suspiros rotos y
premeditados.
Ser la
musa de alguien y morir lentamente entre ojos llenos de unas ganas locas de mí
que no se sacian; aunque lo de todo, aunque me quede sin nada de mi misma; la
locura de unas pupilas en mi piel, que como flores han ido marchitándose con
cada noviembre.
Ser la musa
de alguien… y ser solo eso, “la musa de".
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