NI AMIGX NI RIVAL
Si pudiera haber escogido no sé si hubiera escogido una vida
distinta a esta. No sé si hubiera decidido una vida sin dolor, sin pesadillas o
mariposas perdidas. No sé si hubiera querido ser alguien sin cicatrices. No sé
si me hubiera respetado sin estas heridas que afloran cuando me siento sola;
tal vez si… pero sería una persona completamente diferente; Sin este miedo, sin
esta tormenta, sin este caos, sin estas ruinas, sin estas ralladas de cabeza
que hacen que me pierda entre mareas perfumadas de mentira.
No, lo más probable es que ante la opción de escoger me
hubiera quedado muda.
El Destino, que nunca ha sido mi amigx ni rival, hubiera
tenido el poder de controlar mis pasos o dejarlos marchar, y hubiera estado
bien. Hubiera estado bien este dolor otra vez, estas grietas, estos sueños que
se quedaron en una memoria de niñez. Una memoria de esas que flotan, que se hacen
pequeñas con el tiempo y cada vez cuestan más dejar salir del cajón.
No hubiera aprendido a caer; no hubiera aprendido a
florecer.
Hace falta caer.
Hace falta rendirse sin bajar un escalón. Hace falta caer, y
gritar a lo alto que el Destino, ni amigx ni rival, se hace pequeñx con cada huella
que das.
Y aquí estas, frente al camino más difícil de todos… Y las
estrellas parecen más grandes cuando las miras de lejos; y miras de cerca los
montes y quieres irlos a buscar, y traerlos aquí, contigo, y hacerlos mar, y
llorar. Solo llorar. Llorar las perdidas. Llorar las cicatrices y las caídas que
no supiste como remontar.
Está bien. Está bien hundirse. Está bien.
Y gritar
que este solo ha sido el principio y que
tu dolor solo te hace más fuerte, y dejarte la piel de gallina en el banquillo,
y nacer. Nacer de nuevo.
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