AQUÍ
Huele a leña quemada, a humo
casero, a lluvia en trance y viento enrabiado. Huele a paz; a montaña, a
bosque, a siete gatos y dos perros que duermen de día y se juegan de noche.
Aquí
arriba todo es diferente; todo huele y se ve más amplio, con más fuerza y con
más color. Aquí arriba se respira más a verdad, más a flores que nacen porque
han encontrado un hueco donde dejarse ser.
Aquí arriba el frío es más frío y
el calor no se resiste, cede deprisa y se va a dormir despacio, dejándonos algún
que otro rayo de sol en el que tumbarnos y relajarnos cuando se hace la tarde.
Aquí huele a niebla espesa por
las mañanas y lluvia intensa por las noches. Aquí los animales no tienen dueño
ni final. Aquí no existe domingo o lunes. Aquí yo me olvido de todo; de la
gente, de la vida, de mí. Aquí arriba me hago más mala; aquí arriba me entra la
envidia, los celos. Aquí arriba me dejo llevar por querer ser necesitada. Y
pienso; “necesítame… necesítame con tu alma”.
Aquí arriba me
viene lo oscuro y quiero hundirme entre mis sabanas y no despertarme hasta
tarde, hasta la noche, hasta el día siguiente. En bucle.
Aquí arriba me siento desnuda
estando vestida y quiero quitarme la ropa y estar con la piel tocando la luna.
Aquí arriba se detiene el tiempo y se deja engullir por las mil y una lágrimas
que han visto estas paredes importadas.
Aquí
todo es diferente. Aquí huele a madera quemada y a fuego lento que se hace el
amor para llegar a lo divino, él consigo mismo. Y mientras yo aquí, tocándome y
dándome placer con los ojos; y el fuego ahí, dándose placer con el alma.
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