EL HOMBRE FEMINISTA
El hombre feminista da un paso al lado de la mujer que lucha
y actua, dejando el ego de lado y entendiendo que ellas, nosotras, también
brillamos y somos fuertes sin ellos.
El hombre feminista entiende sus privilegios y lucha contra
ellos como nosotras lo hacemos; el hombre feminista no teme dejar de tener privilegios
porque sabe que nos quita valor a nosotras.
El hombre
feminista pregunta y escucha a las mujeres (sobretodo escucha), para poder
hacerse un mapa de la realidad que a él nunca le han enseñado.
El hombre feminista no llora porque nadie le da las
respuestas, no se queja porque nadie le enseña el camino; el hombre feminista
encuentra el camino tal y como hemos tenido que hacer nosotras. Por otro lado,
el hombre feminista pelea por su derecho a llorar.
El hombre feminista lucha contra aquellos hombres que no
quieren bajarse del pedestal patriarcal, contra aquellos hombres que nos siguen
viendo, a nosotras, como simples objetos que controlar, manipular,
menospreciar, abusar, violar y matar.
Si el hombre feminista no se enfrenta contra estos hombres en
los espacios en los que nosotras no llegamos, seguirán creyendo que el mundo es
suyo y que ellos ponen las reglas en este juego de dos.
El hombre feminista abraza su
sensibilidad, la deja crecer dentro de él y entiende que no es menos por eso;
que no es menos por luchar en nombre de algo mucho más grande que él mismo. El
hombre feminista está en constante aprendizaje, y es un aprendizaje lento
-igual que el nuestro-, pero este siempre te hace crecer como persona
y te hace abrir más los ojos, y eso, al final, el poder vivir en un mundo sin
privilegios, es la mayor de las recompensas.
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