NACER
Mi madre grito mi nacimiento y entre agua tibia mi cuerpo, pequeño pero largo, salió probando como primera sensación el silencio de estar hundida.
El mundo era un eco y yo tenía que esperarme a gritar. Las luces y los colores del exterior eran intensos y creo que quise volver al agua.
El mundo era un eco y yo tenía que esperarme a gritar. Las luces y los colores del exterior eran intensos y creo que quise volver al agua.
Y tal vez por eso le pedía a mi
madre que me tapara las orejas con sus manos cuando me iba a dormir; sus manos cálidas
que me llevaban al mar, y me llevaba a soñar con aquella canción de cuna que me
emocionaba el pecho. Y dormía, y soñaba locuras, y pedía verano para poder
volver a nadar, sin normas ni restricciones. Y creía ser pez, y sirena, y todo
lo que con aletas se moviera; y cada vez que tocaba el agua volvía a nacer,
entre la inmensidad del vacío; y quería ver mis dedos arrugados, y mis cabellos sin gravedad, y hundirme… hundirme, y descubrir alguna puerta secreta
entre las tachuelas de la piscina, y desaparecer.
Nací dentro del agua, respiré a
través de mi madre una última vez estando fuera, y abandoné el mundo marino y
las piscinas de plástico. Ahora soy esta escultura de barro que se endurece
con las sequías, y que se deja mimar cuando llueve y se me riega.
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