CRUZ
Desprenderse de la cruz es como quitarse una espina que ha hecho raíz en la piel.
A pesar de la miel fundida y la aguja clavada a fuego lento en mi pecho, una vez el peso y el dolor ajeno se han caído de mis espaldas he vuelto a respirar con calma. Los pulmones se me han despertado y he inspirado hondo, echándote de menos en los momentos de crisis, pero con ganas de seguir sola.
A pesar de la piel quebrada y la carne que me ha sangra durante meses, no se ha maltrecho el camino.
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