CAJAS
Otra vez mi habitación se hace testigo de libretas llenas de polvo guardándose en cajas de cartón. Se apilonan delante del espejo y escribo con un subrayador rosa fosforito: “Libros”. Los cuadros y dibujos, las fotografías y rosas secas, pierden su lugar en la pared y se unen a todo lo demás. La habitación se hace, poco a poco, ajena. La esencia soy yo, y si yo me voy, esta solo es un conjunto de cuatro paredes que una vez tuvo plantas colgando y velas encendidas con olor a frambuesa.
Otra vez mi concepto de hogar se hace pequeño. Otra vez lleno cajas con mis
recuerdos, con lo poco que tengo porque así he decido que sea a lo largo de los
años. Me vuelvo a reencontrar con la cinta aislante y me vuelvo experta en
cortarla con los dientes. La estantería está vacía y pienso en si quitar o no las fotografías
colgadas con celo en las puertas del armario. ¿Demasiado pronto? ¿Conservo el
aroma a hogar, a propio, a mío, a habitación de Alba¸ un poco más, o las
quito ya y me desprendo del todo de esta etapa? ¿Desmonto la mesita de noche o alargo
el sentimiento de que aún queda algo de mi en este lugar?
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