LA NOCHE QUE ME INVADE

El corazón se dispara, las manos sudan y las pupilas empiezan a temblar. Permanecéis uno frente al otro, compartiendo exhalaciones, mirándoos con recelo, con un éxtasis que os incita a seguir, pero también os dice de parar, que no hay vuelta atrás si os decidís.
Es como si la habitación que compartís no tuviera espació suficiente para vuestros propios cuerpo, para vuestras vírgenes pieles. Cerráis los ojos, y escucháis vuestros latidos, que chocan contra vuestros huesos con impaciencia.
¿Podéis escuchar el temblor? Sonreís. Sonreís como tontos que se están a punto de besar, que ya se han besado, o que se están besando.
Es como volar. Es como volar y compartir ventiscas. Podéis ser lo que queráis, podéis hacer aquello que vuestras almas deseen; solo la voz de vuestra cabeza os lo impide. Maldita voz que siempre complica... maldita voz que siempre susurra palabras falsas sobre el peligro del amor... Haced que se calle.

Podéis seguir así, en silencio, en la quietud de la espera, en el clímax antes del primer capítulo. Podéis seguir así, mirándoos como si no existiera futuro. No existe.

Podéis apartar la vista. Podéis fingir que el fulgor del momento no es más que vuestra piel, que nunca antes ha tocado a otra piel, intentando engañar a vuestros sentidos.
O tal vez es ya tarde, ya no queda tiempo para el lamento. Todo el mundo a hecho ya su paso. Todo el mundo se besa. Todo el mundo se toca. Todo el mundo se escala.
Podéis ahora repasar con vuestra lengua el vientre de quien amáis, y jugar a la araña con su clavícula desnuda. Podéis devoraros con la boca, dejando claro el deseo que ahora las pupilas dicen al haberse fundido con el color del iris, tan manso, tan tímido al principio.
Ya no hay pudor, ya no hay vergüenza. Ya no hay lamentos. Ya no queda dolor, ni miedo, ni dudas.

¿No notáis ahora como vuestros besos, antes recelosos, se dejan llevar por lo salvaje de vuestro Caos? ¿No notáis ahora, por fin, como vuestras manos bailan con la cintura del otro, como agarran aquello que quieren, que desean, que piden a gritos?

¿No notáis que vuestras lenguas pueden también enamorar a vuestras bocas y limar vuestros dientes, memorizándolos como lo hacen las yemas de los dedos?
¿No sentís que su olor esta en todas partes? ¿No sentís que anheláis su pulso?
Sus manos con tus manos, entrelazándose con ternura, acariciando vuestro pulgar como se acaricia al cachorro de algún animal, con esa delicadeza llena de un amor extraño; un amor nuevo, un amor que te purifica el alma, que te impide concentrarte en cualquier otra cosa, que te libera, pero también te hace prisionera de tu propio corazón.
"¡Pero a la mierda todo!", decimos los que amamos, "¿Para que concentrarse en el mundo exterior cuando puedo concentrarme en tus ojos, negros como la noche que invade mi cuerpo?".

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA SIMPLEZA DE UNA PARED

Aprendo (a veces)

CUÑADO