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Mostrando entradas de julio, 2022
A mí la pasión y la intimidad solo me asusta darlas cuando al otro le asusta recibirlas. 

Corazón cansado

Despedirse de una parte de ti te deja vacía un tiempo. Te deja un poco perdida; te deja dudosa de haber tomado la decisión correcta, ya que a veces estar bien, querer estar mejor, implica romper con todos los patrones que te sabías de memoria y, de alguna manera, te habían mantenido despierta.  Ayer escuché el término de "corazón cansado", y me vibro todo un poco dentro, y en parte es por este vacío extraño que he dejado huérfano. Tengo el corazón cansado de despedidas, de ser un recipiente donde otros usar su poder sonámbulo. Tengo el corazón cansado de tratarme mal. Tengo el corazón cansado de la ausencia que ha dejado el cambio.

Soy y Tengo

Tengo mil maneras de verte, mil maneras de entenderte, mil maneras de escucharte. Tengo mil maneras de abrazarte y de tocarte bonito. Tengo el cuerpo que tengo, la mente que alimento y el corazón que me crece y un día me saldrá del pecho.  Pero entre todo lo que tengo, no tengo el poder para tenerte, para retenerte, para encerrarte; eres como el esmalte de uñas que se desprende con agua caliente o como una planta que crece al ser rozada por el sol: creces hacia arriba y te olvidas (o prefieres olvidar) la tierra firme que te sostuvo en primer lugar.  Soy el ulular del viento en esa cortina de tela. Soy el mandala abandonada en la habitación de mi ex. Soy las gafas de pasta negra de cuando tenía 15 años. Soy el cactus seco que intenta sobrevivir en el salón de mi docena casa. Soy el chocolate que no quería comer y acabé comiendo. Soy el olvido de alguien y la memoria infinita de mí...  Soy la nada y el todo a la vez (tópicazo), soy nostalgia y soy una construcción en proceso de ascenden
Conocí a Alejandra por primera vez hace bastantes años en una librería de ciudad. Buscaba poemas y poetas tristes que supieran adentrarme y engrandecer las ganas que tenía de desaparecer de un mundo que no estaba escrito en páginas de papel (frágiles y fácilmente inflamables, tengo que decir).  Con ella de repente la tristeza sí tenía maneras de verse con nitidez, y me abrió camino a un dolor que nunca había pronunciado en voz alta. "Si hubieras esperado poco más te hubiera ido a buscar" pensé cuando supe que se quitó la vida en 1972.  Ahora, años después, me he vuelto a encontrar con Pizarnik sin estar triste (o no siempre). La leo en "La extracción de piedra de locura" y en los bordes le hago preguntas, respondo a sus interrogantes abiertas y le cuento, con mis palabras y mi burda manera de escribir, mi propia forma de entender la tristeza, el vacío, el pájaro y su vuelo, la soledad y el amor. Y aunque parezca una locura, siento que mis palabras entre sus palabras

Aprendo (a veces)

Les explico a quienes me preguntan que algunos de mis grabados son para personas que nunca llegaron a ser nada, o que lo fueron todo, o que pudieron haber sido demasiado. Y se extrañan; se extrañan de que tenga en mi piel a personas que vinieron y se fueron, o que sea capaz de guardar el recuerdo de aquelles que decidieron dejarme con más preguntas que respuestas. Y yo les cuento que aprendo de todas las despedidas y de todos los regresos, que aprendo de todos los gestos de amor que me dan con ilusión aquelles que siempre me tuvieron presente, que aprendo de todos los corazones rotos.  Aprendo de las palabras bonitas, de las de verdad, de las que se dejan cuidar, de las tímidas, de las que bombardean, de las furiosas, de las miedosas, de las pérdidas. Aprendo de todas las palabras que no se dijeron ni se dirán.  Aprendo del amor lleno de espadas, de la amistad inmortal, de los abrazos maternos infinitos, de las lágrimas ajenas, del pánico que se vive en la oscuridad cuando se está sola