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Mostrando entradas de agosto, 2022

CUÑADO

Mi cuñado llegó a nuestras vidas y se convirtió en la cuarta pata que le faltaba a nuestra mesa. Me conoció con cinco años, cuando me era imposible desprenderme de mi vestido de princesa color rosa y tenía una actitud desafiante con todo el que se me pusiera por delante.  Se convirtió en comidas cada sábado y en el refugio de mi hermana en el que se podía sentir a salvo después de haber tenido un pie en la incertidumbre durante mucho tiempo. Mi cuñado fue, es, y será hasta que tenga que ser, el hombre que nunca hubo en la familia. Su rol, lejos de autoritario, consistía en estar presente, estar sin hacer ruido, y, entre otras cosas, cocinarnos rico cuando íbamos de visita con mi madre.  Llegó a una familia un tanto rota, torcida y apurada. Llegó y se convirtió en un brazo en el que apoyarse, en el que confiar y en el que compartir silencio. Se convirtió para mí en una figura siempre presente, a la que tuve que aprender a descifrar y entender. Se convirtió en familia incondicional. Se

á n g e l e s

He visto ángeles; les he tocado y les he escuchado reír. He visto ángeles en esta tierra que llora; ángeles ardiendo, con la tierra bajo sus pies desnudos y sus ojos rotos. He visto ángeles bailando solos. He visto ángeles llorar y taparse la cara húmeda con sabanas usadas. He visto ángeles morir, pedir perdón y suplicar sin decir palabra. He visto ángeles cansados de luchar y he visto ángeles convertidos en demonios.  Pero de entre todos los ángeles que he tenido el privilegio de conocer, nunca he conocido a ninguno que no tenga grietas, ni puntos aún por retirar. Todos tienen heridas en estado de alarma, a punto de sangrar.  Si les aprieto la herida gritan. Gritan, gritan, gritan. Pero todo por dentro. Todos siempre por dentro.  De todos los ángeles que he visto no hay ninguno que sepa mirarse al espejo. No hay ninguno que no quiera ser amado ni amar; no hay ninguno que no sea perverso, malévolo o retorcido. No hay ninguno que no conciba su propia muerte. No hay ninguno que no piense

MICKY

Mi madre perdió a su hermano pequeño, Micky, por culpa de las drogas. Por lo poco que he oído de él, era un punki alemán que se paseaba por las calles de Köln en patinete, llevaba crestas de colores, vestía con leotardos estampados y siempre sabia qué decir para hacerte reír. Mi madre, cuando hablamos de él y me explica cómo murió, siempre dice lo mismo:  subió al tejado de su apartamento y resbaló.  Y yo siempre he creído que subió al tejado de su apartamento para tirarse, o que, engañado por lo que se había pinchado, creía que podía volar. A raíz de esta perdida se creó en mi familia un gran tabú alrededor del alcohol, las drogas y la noche; la noche en la ciudad, la noche en el pueblo, la noche, a secas.  Cuando descubrí la noche de la que me habían privado con una sutileza casi premiable, me enamoré de bailar, de beber, de perder la vergüenza, de la ciudad, de la noche. Y también me encapriché de todo lo que podía hacerme daño, de los cuerpos ajenos y de la capacidad de estos de tr

el jodido "easy going"

A veces siento que desaparezco, que no quiero olvidar ni ser olvidada. Pero a la vez no quiero ser nada clavado en ningún corazón huérfano , ya que no sé cómo retener el pensamiento de alguien dentro de mí sin sentir que mi libertad se ve amenazada. No quiero desaparecer. No quiero ser canción de ruptura, ni la tía que te follaste y a quien engorilaste cuando estuviste en Barcelona, o la chica a la que escribes a las dos de la mañana para hacerte una paja y después olvidas en el buzón de llamadas. No quiero ser la ex comprensiva, ni la chica guay o easy going que conociste en aquella app de citas y a la que no creíste que el silencio repentino perjudicaría. No quiero desaparecer. No quiero deslizarme por la vida como la arena fina lo hace entre los dedos. Conociendo mi amor por el mar más que por la costa, a veces querría estar directamente suspendida entre el agua y la tierra. Yo ahí, en ese momento, siento que puedo volar, y que no osaría jamás desaparecer sin antes decírselo a alg

SE HACE CAMINO AL POR FIN MIRARSE

Hablaba con mi amiga Rut hace poco de cómo a veces me doy cuenta del miedo que me de ir al/la psicóloga y solucionar mis inseguridades; ya que si las enfrento tendría que encontrar otras maneras de estar en esta vida que no sea con patrones de mierda que, aún y que sean de mierda, me han mantenido alerta todos estos años (supongo que el primer error es pensar que vivir alerta es una manera de vivir).  A veces buscar ayuda quiere decir estar dispuesta a ponerte por fin las tiritas que te hacen falta, rellenar con tierra las grietas que tú misma también habías ido dejando que se expandieran. Buscar ayuda puede dar miedo porque quiere decir mirarse de frente y enfrentarse a una misma, intimar con nuestras inseguridades y desnudarse ante la idea de que todo lo que te había ayudado a sobrevivir era [es], en realidad, la mayor de las trampas.  A veces admitir que necesitas ayuda y ponerle remedio a las taras que no te hacen crecer quiere decir cambiar de estilo de vida, cuidarse, escucharse,
 Antes de grandes cambios el cuerpo tiembla 

ESPACIO REDUCIDO

Me harto de mí, pero me sigo encontrando en un espacio reducido de aproximadamente 60 kilos y un metro setenta y dos. Me veo distinta y similar, noche y día, planta y raíz.  Me pesa el alma aunque no la pueda ver y me mezo despacio, rezándole a mi piel que deje de necesitar contacto ajeno. Por favor... Para. Me mezo despacio en este charco que sueña con ser marea y me hago finita en el recuerdo de alguien que nunca supo cómo quererme. O tal vez era yo, la que no sabía como quererme...  Soy la herencia de hombres fríos y mujeres cansadas de tener que llorar para ser escuchadas. Soy la luna de algún planeta rectangular que se negó a crecer despacio. Y se me nubla la garganta y pienso en todas las veces que dije que sí, en todas las veces que me deje sumir en el sueño de gente con insomnio.  No sé qué hacer.  Miento.  Sí sé, pero se interpone la duda y tiemblo. Me paso la vida temblando.  Sudo el coraje y sudo el miedo. Me contradigo y busco coherencia en palabras que se me quedan grandes