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Mostrando entradas de marzo, 2020

FIEBRE

Sigue lloviendo; y la fiebre se ha ido, pero sigo temblando, y añoro la soledad de mí misma, donde no me tocan el cuerpo y donde no me molestan la mente. Añoro el olor de mis sábanas y el sonido de la lluvia chocar contra mi balcón, y tomarme el café viendo cómo el mundo llora de alegría, sin parones ni dudas, esta vez empapándolo todo. Añoro mi cocina fría y el feo tapiz de los sofás del salón; y la luz que entra y baña el suelo, y hace de las paredes pequeños arcoíris.  La fiebre se ha ido, pero yo sigo temblando; y aquí en Barcelona sigue lloviendo, y esta habitación no es mía, y se nota. Sigo temblando por dentro cuando despierto y estoy acompañada, cada mañana. Y no siento pena, pero si ganas de romperlo todo y volver a mi casa; y caer en el anonimato y no echar de menos a nadie. Aunque eso sé que no sería posible.  Y la música acompaña y eso ayuda, y la mente se aclara y el temblor se calma. Y estoy cansada, todo mi cuerpo quiere dormir y todo mi cuerpo quiere bailar. Porque cua

RECUERDOS

Llevaba una camisa ancha, con las mangas arremangadas hasta los codos y los primeros botones del pecho desabrochados, con una camiseta oscura por debajo de esta, dejando ver únicamente el principio de sus clavículas y el final de su delgado cuello. Sus pantalones tejanos eran de hombre, anchos y demasiado largos. La luz procedía de una puerta al final del pasillo, que quien sabe o quién se acuerda de a donde llevaba, tal vez al baño, tal vez a la cocina, tal vez al jardín. Sus orejas sin pendientes sostenían algunos cabellos desordenados que habían salido del orden de aquella trenza con la que siempre la había visto. Y qué bonita se veía, así parada escurriendo el agua sucia en el pote de agua con jabón; con esas mejillas rojizas y esos ojos mirando hacia abajo, dejando ver sus largas pestañas; sus dedos, delgados y largos, cogiendo el palo de la fregona, que lo hacían girar con fuerza y se escuchaba al agua caer como gotitas después de ser tormenta. Pequeño cuerpo y pequeña cara de

UN MUNDO SIN HUMANOS

Un mundo sin humanos sería un mundo sin humanos, y punto. Un mundo sin nosotres, sin elles; un mundo sin revoluciones, ni luchas, ni guerras, ni tabaco, ni alcohol. Un mundo sin conflictos propensos a bombas nucleares; un mundo sin agua caliente a control, un mundo sin fruterías, ni centros comerciales donde gastar luz. Un mundo, en sí, a secas, sin nuestra presencia destructiva o constructiva. Un mundo sin huellas geológicas, un mundo sin ansia de cambio, rápido y desordenado. Un mundo sin anginas; sin edredones en invierno; sin su voz al cantar. Un mundo sin humanos sería un mundo, y punto. Un mundo verde, con agua limpia y sin ruidos impuestos. Un mundo sin pancartas, ni manifestaciones, ni poesía. Un mundo sin acuarelas, sin tatuajes, sin lavavajillas. Un mundo sin humanos sería un mundo sin velas aromáticas, o sin anuncios del "Spotify" para hacerme premium , o tiempo perdido en “IKEA”. Un mundo sin humanos sería un mundo con animales felices, con calles más verdes, con

BRUJAS

Me he dejado llevar tantas veces por tormentas que lloran mentiras que ahora cuando llueve estoy preparada para la huida, para salir corriendo. Y es que me han enseñado a correr, a desconfiar y a apretar los músculos y los dientes cuando se me acercan y me piden fuego. Me han educado para callar y para escuchar la voz del lobo que aúlla con más fuerza, con menos saber, y con más ganas por tener la razón. Y cuando hablé por primera vez me miraron de loca, y me condenaron bruja y por poco me queman en la hoguera. Pero me he hecho amiga del fuego y ahora ya no le temo a la antorcha. Abrí los ojos como hacen los búhos en la noche y me levanté del banquillo, ya que el partido necesita de mi escoba, y me revele, y corté lazos y me lancé a la tormenta, haciéndola mía. Dejé el temblor hacerse jauría, y cuando descifro cánticos de libertad se me pone la piel de gallina por todas las que ya no están. E sta piel… que está partida pero no deja de luchar.

MÁS VULNERABLES

En nuestros momentos de vulnerabilidad el corazón nos pide estar entre los brazos de aquellxs a quien darías todas tus lágrimas, porque las lágrimas no se las dejamos ver a todo el mundo; el dolor, la pena, la vergüenza, no son de dominio público. Es en nuestros momentos de temblor que queremos ser resguardadxs por aquellxs que nos hacen sentir en casa.  Ayer estuve comiendo con mi madre. Estuvimos hablando, compartiendonos el alma, como siempre hacemos cuando nos vemos, que no es muy a menudo. Tiendo a actuar con frialdad junto a ella; tal vez me sale intencionadamente esta necesidad de parecer fuerte, impenetrable; tal vez sigo creyendo, inconscientemente, que lo tengo todo bajo control las horas que paso con ella, y que ella piensa lo mismo. Pero estoy bastante segura de estar equivocada. Verla me produce una alegría inmensa, pero sigo resistiéndome a abrazarla con todas las fuerzas de mi cuerpo; y cuando nos despedimos se me vuelve a partir el alma en pedazos pequeños y desola