TOCARLA

Patrick se la quedo mirando. ¿Cómo podía ser tan bonita y estar tal cual, sentada en aquel banco de madera blanca, mirando la nada?, pensó. Habían sido amigos durante tantos años que Patrick podía leerle la mente con solo mirarla; y por aquella misma razón Anna sabia cuando a su amigo le preocupaba algo.
-¿Qué?-le pregunto Anna. 
-¿Qué de qué?-repitió Patrick con un disimulo pésimo.  
Las vacaciones de verano estaban a la vuelta de la esquina, y el calor había azotado a la ciudad con la furia de un huracán.
Patrick entre abrió la boca, pensando si hablar o no.
-Por alguna razón el verano hace sentir libre a los jóvenes, pero son solo tres meses de alocada diversión que se olvida con el primer día de curso del año siguiente-dice al fin. 
Anna lo miro sorprendido y divertida. Se río entre dientes y bajo la vista. 
-Deja la filosofía en los libros, Patrick-dijo dándole un sorbo a su bebida enlatada. 
-No me gusta la filosofía de la escuela. 
-¿Por qué no? 
-No te habla de las cosas realmente importantes. 
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo; No me interesa que me hables de como conseguir la felicidad. 
-Sí, es verdad. Mejor ser pesimista, depresivo y melancólico-contesto Anna.  
Patrick la miro de reojo mientras bebía. Vio como las pequeñas gotas frías del refresco tocaban sus labios; delgados y cremosos. Labios que nunca llegaría a saborear, pensó. 
Odiaba que hablara con sarcasmo. Patrick odiaba el sarcasmo. Lo consideraba una manera absurda de ocultar aquello que realmente se pensaba. Pensaba eso porque Anna era depresión, pesimismo y melancolía en el cuerpo más hermoso de la Tierra. Y Patrick era un estúpido poeta romántico que se dejaba llevar por la catástrofe. 
-¿Y qué considerarías apto para que enseñaran?-preguntó Anna dejando su bebida en la mesita de vidrio y mirando a su amigo directamente. 
Estaban en la terraza, la cual había decorado la madre de Patrick y tenía un aspecto algo desordenado respecto a la combinación de colores y objectos. Era de noche. 
-Pues no se...-cerro fuerte los ojos durante unos segundos. Lo hacía siempre que pensaba.-Estaría bien analizar algún que otro libro. Un libro de esos que esta lleno de mensajes ocultos que te cambian la vida por completo y que te ayudan a superar alguna que otra circunstancia de la vida. 
-La gente se aburriría con eso-dijo Anna.- Los debates, discursos y discusiones son lo que motiva a las personas. Necesitan gritarse unos a otros para sentir que alguien los escucha.

El dilema de Patrick era que no necesitaba que el mundo lo escuchara. Solo necesitaba que una persona en todo el mundo lo hiciera. Y esa persona estaba allí a su lado, siendo hermosa con su sarcasmo y su divertida sonrisa que siempre hacía a Patrick querer nacer una y otra vez junto a ella. 

Maldijo al destino por unirlos de tal manera que nunca podría tocarla. Y ella sin saberlo... sin saber que alguien daría todas sus palabras por ponerle un mechón de pelo tras la oreja y susurrarle que estaba hermosa cuando estaba pensativa. 
Patrick era eso, palabras. Era un conjunto de palabras desordenadas que nunca acabarían de encajar en el diario de Anna. Pero no le importaba. Estaba allí, con ella, observándola ser hermosa sin ningún tipo de esfuerzo. 




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