TANTO TIEMPO

Es fácil odiar. Es fácil el odio. Es fácil caer en la tentación del mal.
Intento callar las voces, pero son tan fuertes... y no se como silenciarlas  para que no me arrastren al vació, para que no sepulten a las otras inocentes almas que solo viven para hacer el amor.

No se como detener el tiempo, quemar al demonio y escapar. No se me ocurren métodos de sutura; como curar la herida. Se me ocurre romper el ojo, la puerta que lo origina todo; pero hay tantas ventanas que aún se pueden abrir, y tengo tan poco tiempo para cerrarlas todas.
Duele... duele tanto que asfixia, y no se como acunar mis males tal y como recomiendan, porque quiero que desaparezcan, quiero que, aunque suene egoísta, atormenten a otrx.

Yo ya no quiero ser victima de mi espejo, de mis dudas, comparaciones y tormentas. No quiero sentirlo todo, verlo todo, cuidarlo todo. Ya no quiero apropiarme de esos gritos que nunca fueron para mi; no quiero perderme de nuevo en el mar de otras miradas; ni en la amargura de muchos corazones. No quiero el odio de otro hacía otros en mi alma; no quiero sentir ese dolor en mis venas de nuevo.

Es fácil para los mortales alejarse del dolor ajeno, de empatizar solo con ellos mismos, y alimentar así su ego. Pero algunos caemos a este mundo a arreglar algo; a ponerle cremallera a asuntos internos, a asuntos delicados, a asuntos que matan.
Mi madre dice que al venir al mundo nos olvidamos de lo que hemos vivido en el cielo, en el espació, en el otro mundo, en la otra vida. Dice que nos olvidamos porque no debemos recordar nuestros errores de otras vidas, para así arreglar los problemas de esta.
Mi madre es una persona optimista, luminosa y llena de vida. Eso la hace ser tan jodidamente buena y especial.

Y yo soy como ese agujero negro que dice haberse cerrado pero sigue molestando de vez en cuando.

Es fácil odiarse. Es tan fácil reprimir las lágrimas; no dar explicaciones. Porque nadie debería llorar tanto como yo quiero llorar.




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