RIZOS DORADOS

Era una princesita de cabellos rubios y rizados; siempre iba en camisón cuando no habían que salir de la casa y le encantaba el mar que chocaba contra las rocas que tenían a pocos metros de la casa de verano.
Era una ninfa de pálida y pecosa piel con ojos verdes cual esmeralda.

A la niña le gustaban tanto las olas e ignoraba tanto su peligro que no vio el problema en acercarse más de lo que sus padres le habían dejado nunca por su pequeño y delicado cuerpo de hada aún por formar. Sus pies aún no eran lo más poderosos que podrían ser para sostenerse con fuerza en la arena, y su peso era ligero, demasiado aún para aquel peligroso viento que despertaba a ciertas horas de la tarde. Pero lxs niñxs ignoran el peligro porque no ven peligro alguno en el poder de la naturaleza.
Y metió sus pequeños pies de niña de siete años en el agua. Río por el frío de su roce, y siguió avanzando hasta cubrir parta de su cuerpo en el agua cristalina. Río y jugó con las pequeñas olas que la movían sin ella tener que esforzarse. Hasta que las olas pequeñas se hicieron más grandes y arrastraron a la hada hasta el fondo. Se oyeron las voces de sus padres gritar su nombre despavoridos, horrorizados. No habían pasado más de cinco minutos, pero en menos de dos la niña tenía llenos sus pequeños pulmones de agua salada y flotaba muerta, sin remedio, a muchos metros de la orilla.

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