CIUDAD DE NOCHE

Pasear por mi ciudad de noche me calma. Pasear y escuchar música después de un buen rato con mi persona preferida en el mundo me completa.
Caen las hojas. Se acelera el viento, hay borrachos contentos que hablan, miradas que se cruzan, canciones perfectas para calles que bajan.
Paso a paso despierto y me doy cuenta, como si no lo hubiera pensado antes, que estoy viva.

Niñxs que vuelven de sus extraescolares, locales que cierran. Locales que abren. Lunas brillantes. Risas de noche, palabras de amor.
Se convierten los coches en farolas y lo verde se camufla con lo azul. Las señales de tráfico se hacen más grandes y la paranoia crece. La inspiración llega y escribo sin mirar al frente. Puedo tropezar.
Es viernes, pero huele a domingo; como si la semana fuera a empezar muy pronto; como si oliera a lunes. Y quiero que sea lunes y ver a aquellos que amo sonreír. Y sentirme mía.

Huele a paz. Huele a lluvia, a humedad, a hierba que pide orgasmo.
Camino lento y repaso la letra de esta canción, y quiero sexo. Sexo contigo. Quiero besarte la piel y memorizarme cada marca que ha grabado tu carne; morderte el labio y verte temblar de deseo.
Árboles que marcan el camino y puestos de patatas fritas cerrados. Monasterio iluminado y flores durmiendo. Nos vemos en unos meses.

Quiero bailar. Bailarte. Quiero noche, quiero paz. Quiero música caliente y emocionarme al escucharte respirar. Quiero calma en la palma de mi mano y leerte cual libro de poesía.
Calles desiertas. Historias largas con buenos finales. Carteles que cuelgan de farolas y manos cogidas con distancia fría entre cuerpos.
Hay una sutura en el sujetador que me sostiene la ideología libre. Cena familiar con silencios eternos.
La madera me hace resbalar, y caigo. Y duele. Pero dejará de doler, estoy convencida.

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