Les explico a quienes me preguntan que algunos de mis grabados son para personas que nunca llegaron a ser nada, o que lo fueron todo, o que pudieron haber sido demasiado. Y se extrañan; se extrañan de que tenga en mi piel a personas que vinieron y se fueron, o que sea capaz de guardar el recuerdo de aquelles que decidieron dejarme con más preguntas que respuestas. Y yo les cuento que aprendo de todas las despedidas y de todos los regresos, que aprendo de todos los gestos de amor que me dan con ilusión aquelles que siempre me tuvieron presente, que aprendo de todos los corazones rotos. Aprendo de las palabras bonitas, de las de verdad, de las que se dejan cuidar, de las tímidas, de las que bombardean, de las furiosas, de las miedosas, de las pérdidas. Aprendo de todas las palabras que no se dijeron ni se dirán. Aprendo del amor lleno de espadas, de la amistad inmortal, de los abrazos maternos infinitos, de las lágrimas ajenas, del pánico que se vive en la oscuridad cuando se está sola
Me dejaría dominar por aquello que nunca seré. Contaría los minutos en que se acaba el día y soñaría con la tormenta perfecta. Me dejaría arrastrar por la arena mojada, pesada y desordenada en las profundidades del mar. Me dejaría dominar por el sentido del viento, que desmontaría los vestidos mentales de mi primavera. Hablaría en metáforas; me dejaría embarcar en un viaje de indecisas historias falsas que no me llenarían la cabeza de verdades, y me daría igual. Hablaría con las hadas después de un chute de realidad y fantasearía con la idea de perderme en el cielo, donde los ángeles se rindieron con los humanos. Me abalanzaría al vacio, rozaría su más alta montaña y me burlaría de todo aquello que deje atrás. Me burlaría de mí, por ser tan ingenua y dejarme engañar por mis propias mentiras. Y ahora volverme a levantar, renacida. No me rendiría ante la idea de la libertad, y quebraría tiritas echas de metal. No es tan fácil quererse, admitir, respetar, avanzar. No es t
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