LÁGRIMAS LIMPIAS


He mirado al fantasma a los ojos y he visto ruinas. Ruinas y una tormenta en silencio. 
Le he mirado a los ojos  y me he convertido en un océano imparable. He sido un águila reclamando mi tierra. Con los ojos cerrados y el cuerpo calmado he tenido las lágrimas regándome la piel, haciendo camino. 

La lluvia que ha salido de mi ha envuelto mi cuerpo en algo cálido, en la frente me ha besado lo que parecía una niña de ocho años, y me ha venido la calma. Una luz familiar me ha abrazado y dado tiempo para sanar; como una madre, la mía, que me tapaba los oídos todas las noches porque me gustaba desaparecer en silencio.

Y tras una larga expiración he sentido una chispa de Fénix, porque después del miedo, después de la ira, después del pánico; del dolor, de la impotencia, del silencio, de la espera, del llanto, del pozo, del fondo… después del temblor y de la lucha –que sigue-, me ha llegado la calma;

Una calma con los ojos abiertos,
mirando al terror a la cara,
mirando al monstruo a la cara.
Mirando al demonio a la cara.
Mirándole y haciéndome acero, carne irrompible ante esta historia que tengo que perdonar todas las mañanas; haciéndome después río desbocado, con la mente clara y las lágrimas limpias.

Las lágrimas limpias.

He mirado al fantasma a los ojos y el miedo se ha quedado en el banquillo. He notado la cuerda soltarme el cuello, soltarme el pecho, soltarme entera. El corazón ha inspirado y he recordado el pánico, y he hecho las paces con él. Ahora recuerdo que soy piel, águila, tormenta y huracán.
Y estoy viva; siento el dolor y siento tu ruina, y me compadezco y me despido de ti.


Ahora está la paz jugando el partido.


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