EL VESTIDO AZUL

Cuelga un simple vestido azul oscuro de los dos pestillos de las puertas de madera blanca de mi ventana. Es una ventana simple que da a una galería cerrada donde están la lavadora, la nevera y las basuras, a parte de algunos colchones y algún par de mesas que no se usan.

El vestido me llega por encima de las rodillas, se ajusta a mi pecho, y es fácil de quitar si llegara el momento. No tengo plancha con el que alisarlo, pero no me importa demasiado, la verdad; porque cuando doy vueltas parezco una campana y me hace una cintura bonita.

Hay una gorra con mi apellido grabado en letras rojas detrás de dicho vestido, la gorra estaba ahí antes; el vestido me recuerda que mañana, para salir a bailar, en realidad quiero ponérmelo, aunque no me pueda poner el pintalabios rojo que me quería poner porque el rojo con el azul no me acaba de convencer. Está ahí porque quiero que mi primer pensamiento cuando despierte sea que quiero sentirme imparable.

Está ahí porque ya me he imaginado como me lo puede sacar, cómo me puede tocar sin tener que desabrochar cremalleras. Está ahí porque quiero que me toque sin botones, aunque no pase, aunque sean simples imágenes aleatorias en mi cabeza dándome de comer antes de dormir, creándome excusas para desvelarme. Está ahí para recordarme que yo también puedo ponerme vestidos sin medias; sentirme cintura bonita y labios desnudos.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Aprendo (a veces)

DOMINARME