GLOBO

Me siento un globo, de esos que cuestan un euro en las ferias. Lxs niñxs se enredan el cordón en el dedo y van felices, mirando el globo de vez en cuando, desconfiando mínimamente de que siga ahí cuando levanten la vista. Pero tener el hilo entre su pulgar les reconforta, les da seguridad. 

Pero hay tantas cosas que hacer que el globo se convierte en un estorbo, en una molestia que les reprime las ganas de salir corriendo a perseguir palomas. Y el nudo se va destensando, y el globo poco a poco se va estirando.Y seria mentira decir que el globo no tiene ganas de salir volando.

Los padres van avisando a lxs niñxs sobre el cuidado del globo, van advirtiendo que puede salir volando si no le prestan atención. Y entonces el hilo cesa, se rompe o es descuidado. Y el globo, que puede ser de múltiples colores, tamaños y formas, sale volando. Se eleva sin prisas hacía el cielo, y parece que va despacio, parece tener esperanzas de ser cogido de nuevo, y deja el hilo moverse con cuidado, para que no sea difícil atraparlo.

Pero el/la niñx es demasiado pequeñx todavía, sus dedos no son suficiente rápidos, y sus brazos no son suficientemente largos. El globo se eleva sobrepasando cualquier posibilidad de ser rescatado. El/la niñx se altera durante unos minutos, pero se da cuenta de que hay muchos más globos, y que ese que ha salido volando, a pesar de haber dejado marcado su dedo con el hilo, no era imprescindible.

Y así me siento yo a veces, como un globo que es fácil de cambiar y descuidar. Como un globo que siente con fuerza pero un globo al que no sienten de la misma manera. Y así me siento yo a veces, como una niña que se altera pero encuentra otros globos con los que jugar; como una niña que llora pero sabe despedirse.



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