RENDIRSE

Me rindo definitivamente a esta fuerza gravitatoria que me tira al suelo, sin pétalos ni ostias. Sin almohadas ni palabras buenas. Me rindo al factor sorpresa, a las miradas que esperan, a los oídos que tiemblan.
  
Me rindo a la vibración del cielo, a su color, a su aroma, a su todo. Me hago con él avispas y abejas y todas esas cosas que vuelan y que siempre aparecen sin que nadie lo pida. Que me asustan.
Me rindo al espejo, y a verme de cerca. Me rindo al abandono, a todos los "quizás", a todas las cosas que podrían ir bien si dejo abierto el corazón.

Me espero a la salida del sol, para ver algo, para verte mejor. Para contarte las pestañas, para regarte con aceite y fuego. Me rindo al regalo del sueño, a las camas ajenas, a los abrazos que me levantan del suelo por la alegría de verme.

Me rindo a todo lo que se me resistían los huesos, a todo lo que se me resistía la cabeza. Me rindo al "Sí" sin compromiso y al compromiso de aceptar, a la promesa; a la flor que hay que regar.

Me dejo caer sobre la canción, y contemplo las sonrisas extrañas. Me rindo a la realidad de que quiero más vestidos en mi vida, más tatuajes y más baile. Mucho… mucho más baile; hasta que me tiemblen los dedos de los pies, hasta que me tiemble el frío.

Me rindo al soneto, al poema, a la vergüenza, a verte de lejos. Verte de lejos, y acercarme. Acercarme mucho. Y hacernos el amor, o follar; me rindo a todo lo que queramos hacernos. 
 
Me rindo a la realidad bruta, a la que sale de mi boca y la que me gritan; la muy jodida nunca avisa, siempre me coge del cuello y con un beso me tira de la utopía. "Siempre queda algún castillo que quemar", me susurra.

Y me rindo al silencio, al suspiro, a las prisas, a que me desvistas con los ojos cerrados y que conozcas mis orgasmos, y me rindo al derecho de soñar con los ojos abiertos. 


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