NUCLEAR

Me miras con esos ojitos de caramelo y me engañas. Me hablas de brazos calientes y me tiras al hielo, como quien deja de ser pequeñe y tira sus juguetes al suelo.

Me hablas con tono rebelde y me cuentas tus deseos, y me haces profundizar en tus ideas y me haces parte de ellas y yo me dejo caer; sobre ti y tus besos.

Me escuchas y dices que sí; te cuento cosas y tú las entiendes. Y cinco, seis, cuatro días se hacen universo, y mi desapego se jubila por unos segundos. Pero vuelve, tranquilo, que ya me dijiste que a ti te gusta dejar huella y jugar. 

Dejar huella, jugar y dejar. 
En bucle.

Me tocas y me pides labios y me sacas sonrisas, y tu calidez es extraña, quema, y sé por dónde irá pero me dejo doler. Es extraño como la gente impacta en tan poco tiempo y otres insisten en seguir escarbando por un momento de verdad.

Es nuclear la manera que tienen algunas personas de calarte hasta los huesos, y hacerte huracán estando pendiente de mentes ajenas. 
Y cuando el frío impacta el frío rompe, y aprendes a desprenderte; aunque no quieras. Te aferras al mensaje y te aferras al tiempo en silencio. Te haces creer especial y es que sólo eres una cerilla aleatoria en algún cuerpo que no quiere ser abandonado de nuevo.

Y es curioso como hay almas que te revuelven por dentro en tan poco tiempo. Y es que cinco, seis o cuatro días pueden cambiar perspectivas; y yo tengo la mía jodidamente pérdida, y está bien. Aprender a desprenderte siempre va bien.

Ojala todes aquelles que juegan y dejan caer encuentren a alguien a quien dejar huella sin doler. 




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