MÁS VULNERABLES

En nuestros momentos de vulnerabilidad el corazón nos pide estar entre los brazos de aquellxs a quien darías todas tus lágrimas, porque las lágrimas no se las dejamos ver a todo el mundo; el dolor, la pena, la vergüenza, no son de dominio público. Es en nuestros momentos de temblor que queremos ser resguardadxs por aquellxs que nos hacen sentir en casa. 

Ayer estuve comiendo con mi madre. Estuvimos hablando, compartiendonos el alma, como siempre hacemos cuando nos vemos, que no es muy a menudo. Tiendo a actuar con frialdad junto a ella; tal vez me sale intencionadamente esta necesidad de parecer fuerte, impenetrable; tal vez sigo creyendo, inconscientemente, que lo tengo todo bajo control las horas que paso con ella, y que ella piensa lo mismo. Pero estoy bastante segura de estar equivocada. Verla me produce una alegría inmensa, pero sigo resistiéndome a abrazarla con todas las fuerzas de mi cuerpo; y cuando nos despedimos se me vuelve a partir el alma en pedazos pequeños y desolados, porque vuelvo sola a casa. Porque siempre hemos sido ella y yo contra el mundo, y nuestras despedidas cortan el aire; el aire y la vida. Y mientras caminaba en dirección contraria mis pies se detuvieron y mi cuerpo se volteó para ver su espalda alejarse. Mi madre siempre ha sido tan pequeñita, tan hermosa, tan inteligente, tan ella. Y cuando la veo de lejos todas esas cosas no desaparecen. Me quedé ahí mirándola alejarse una vez más, aguantandome la presión en el pecho. y entonces, por ser mi madre, y por escucharme en el silencio, por leerme con los ojos vendados, se dió la vuelta también y con la alegría que tiene, que alumbra oscuridades, alzó el brazo y lo movió efusivamente hacía un lado y hacía el otro, despidiéndose de nuevo desde lejos. Y yo hice lo mismo, con el mismo furor; y es que parece que solo me dejo ver eufórica cuando nadie me mira de cerca. Y se me partió el alma de nuevo, del todo, y está bien porque vuelve a curarse en poco tiempo. Soy de esas personas que se destruyen con una caricia, y que se vuelven a juntar con el paso de un huracán. Soy caótica y mi madre lo entiende de una manera que nadie en el mundo lo hace; porque no hace preguntas, ni me pide explicaciones, simplemente me deja ser. Siempre me ha dejado ser. Siempre. Y cuando pienso en mis momentos vulnerables, y en a quien me gustaría llamar, pienso en mamá, siempre pienso primero en ti. Pero eres tan guerrera, y tan tuya, y tan de los demás, que nunca quiero meterte más peso sobre los hombros, por lo que aprendo a dejarme vulnerable con otras personas que quieran escuchar; y aprendo a escucharte a ti, que eres madre pero también eres persona, y también tienes un corazón que se parte. 

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