RECUERDOS


Llevaba una camisa ancha, con las mangas arremangadas hasta los codos y los primeros botones del pecho desabrochados, con una camiseta oscura por debajo de esta, dejando ver únicamente el principio de sus clavículas y el final de su delgado cuello. Sus pantalones tejanos eran de hombre, anchos y demasiado largos. La luz procedía de una puerta al final del pasillo, que quien sabe o quién se acuerda de a donde llevaba, tal vez al baño, tal vez a la cocina, tal vez al jardín. Sus orejas sin pendientes sostenían algunos cabellos desordenados que habían salido del orden de aquella trenza con la que siempre la había visto. Y qué bonita se veía, así parada escurriendo el agua sucia en el pote de agua con jabón; con esas mejillas rojizas y esos ojos mirando hacia abajo, dejando ver sus largas pestañas; sus dedos, delgados y largos, cogiendo el palo de la fregona, que lo hacían girar con fuerza y se escuchaba al agua caer como gotitas después de ser tormenta. Pequeño cuerpo y pequeña cara de una chica de diecisiete años, con ropa prestada, de segunda manos, de paredes pobres y muchos hermanos; con una madre dura y rígida, de corazón salvaje como su primera hija, tan bonita y sencilla limpiando el suelo, como cualquier otro día. Y yo tenía el privilegio de poder verla de cerca, a esa chica tan bonita y encerrada, de cabellos oscuros y camisa sin planchar. Había pisado por el mismo suelo que ella y había compartido veranos con sus hermanos; había almorzado con su rígida y agitada madre, y había conocido su deseo por viajar y ver el mundo. Por eso, en aquel momento mientras sus ojos miraban hacia abajo, alcé la cámara que llevaba conmigo colgada del cuello, la enfoqué, acerqué el ojo a la mirilla, y al verla nítida apreté el botón. Y quedaron inmortalizadas sus delgadas muñecas y sus huesudos dedos y la curva de su mandíbula, y aquellos finos cabellos que caían delante de su rostro como quien está cansado de aguantar. Y no se lo dije. Hice de aquella foto un secreto e hice de ella un recuerdo; de esos en los que piensas de vez en cuando, cuando es verano y tienes que limpiar el suelo, o conducir hasta la costa, o sacar alguna otra fotografía secreta. Un recuerdo que habrá sido la historia completa de alguien. 





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