LLUEVE

Llueve. Estoy en mi casa. Hecho de menos tus besitos de pajarillo acicalándome las mejillas.
Llueve, y las casas de enfrente tienen las luces encendidas, preparando la cena, o mirando alguna película, o follando, o no. Llueve, y las farolas están despiertas pero no alumbran a nadie, porque nadie se atreve, y porque a nadie le gusta la lluvia en primera persona. Llueve, y sigo echando de menos el vino con ellas, y salir a bailar, y la universidad. Llueve, y tengo hambre pero no sé qué comer, o qué dibujar, o qué escribir, o qué decir, o qué pensar, o qué hacer.

Dejar para mañana lo que podría estar haciendo hoy, ahora mismo, en estas horas que me quedan antes de desconectar (si es que no lo he hecho ya), o parar, y sentirme culpable por no hacer nada, y hacer,
y hacer,
y hacer para no sentirme culpable, estresada, presionada. Productividad Alba, productividad.
O quedarme en el sofá un ratito más, con una manta y la tele encendida de fondo, haciendo ruido, llenando el vacío. He encendido ya tres velas, he cerrado las persianas y la ropa seca de hace dos días sigue en el tendedero, y es que queda muy bien donde está, y me llena el salón.



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