GIRASOLES

Hoy me han llegado unos pantalones que había pedido por Internet, de corte de campana, de cintura alta y lleno de girasoles amarillos. No me suelo comprar cosas tan coloridas, pero me emocionaba expresar como me he estado sintiendo por dentro; me apetecía tener algo completamente diferente, ¿Por qué? Pues no lo sé... ¿Y por qué no?

Y aunque de piernas me han entrado bien, no he podido abrocharme el botón y subir después la cremallera. Me he mirado en el espejo y me han entrado los demonios de nuevo; es como que están dormidos pero esperan a que mi caparazón se ablande para atacarme y devolverme a los catorce años. 
He estado en silencio mirándome fijamente las piernas, las caderas, la cintura, la barriga, y me ha entrado la rabia de nuevo, la rabia de no verme como me quiero ver y de que no me entrara aquella talla 36. 
He respirando hondo y he recordado que ya no tengo catorce años. 

He tenido que aceptar que las tallas no son siempre las mismas en todas las tiendas, y que los cuerpos cambian, que mi cuerpo cambia, y que con veinte y un años que tengo, mi cuerpo es bonito tal y como es; pero he tenido que escribirlo, escupirlo, y poder continuar con el día; he tenido que escribir el enfado y la soledad que me ha invadido por dentro. Cada una tiene sus demonios y mi cuerpo ha sido un campo de batalla durante años -y lo sigue siendo- con el que tengo que forzarme a hacer las paces continuamente. 
Y es que sentirse bonita es como un caballo de Troya;  a veces es simplemente imposible salir ganando, es una trampa que arde por dentro. Y no pasa nada. No pasa nada por no verse bien todos los días; no pasa nada por no quererse todos los días, no pasa nada por no aceptarse todos los días, o decepcionarse, o no reconocerse, o llorarse, o sentirse pequeña. No pasa nada. 

Aunque no sea un tema especial a veces esto es lo único que me ayuda, decir en voz alta que estoy derrotada, que no hay piel más rota, ni alma más rota que la mía -aunque no sea cierto-. A veces solo me ayuda llenarlo todo de odio, castigarme y hacerme la victima, luego y limpiarme la sangre con canciones bonitas. Y después leer lo que he escrito y darme cuenta de que, de todos mis demonios, este es el que poco a poco tiene menos peso. Y eso, es un autentico alivio. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Aprendo (a veces)

DOMINARME