SALTOS DE FE

Amar es un salto de fe, un salto que haces a ciegas. Me gusta esa metáfora; y también me gusta eso de los veinte segundos; lo escuché en una película de Matt Damon una vez y se me quedó clavado. 
"Veinte segundos de coraje", decía la película; por tanto, cuentas, y luego te tiras. 
Cuentas, y te lanzas al vacío. 
Y saltar se aprende, estoy segura, y la fe se firma  y reafirma con los años; se crea, se condiciona, se aprisiona y se abandona, a veces, cuando tenemos las rodillas cansadas de caer en suelos de cristal que no pueden sostener nuestro caos. 

Pero saltar y romperse es sin duda mejor que quedarse en el pico de la colina y simplemente contemplar las vistas, o por lo menos así es para mi. Porque sí, todo desde arriba se ve platónico y limpio, pero la piel no se hizo para quedarse tranquila, para privarse de temblar. 
La piel se hizo para ser cuadro, para ser mural, para vibrar, para ser música. 
La piel se hizo para ser cuerpo, para ser hueso, para romperse y coleccionar cicatrices. 

Y si el amor es un salto de fe y necesito veinte segundos de coraje, esperate, que voy una vez más a prepararme. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Aprendo (a veces)

DOMINARME