AGUA

Últimamente simplemente no me quiero,
no me gusto,
no me aprecio,
no me quiero cerca.

Últimamente es que no me quiero ver en los espejos.
No me reconozco en mis ropas,
no me quiero desprender de las mantas.
Estoy bien aquí,
a oscuras.

No me encuentro en tus brazos.
Me apetecen flores,
que me llenen los sentidos
de algo nuevo.

Últimamente no me sueno bien en la boca de otres;
no me acabo de convencer en ojos ajenos.
¿Qué miras? ¿Qué ves? No lo entiendo.

No me quieren parar las lágrimas,
y mi cuerpo se rebela contra lo que se sumerge como las ballenas.

Me pesa el pecho
y se me hace cuesta arriba el silencio.
Me quedo inmóvil delante
de la vida,
me he rendido a la celda,
al semáforo en ámbar,
al policía que me impide seguir avanzando
cuando quiero cruzar la calle;
Con la mano me dice que pare,
y mis pies se han auto-convencido
de que esa es la única manera de vivir;
rindiéndose al ceda.

Mi cuerpo no se quiere.
Mi cuerpo no se gusta.
Mi cuerpo duda de mi,
de lo que le envuelve,
de lo que le dicen,
de lo que ve.

Y confiar en mi vista se ha convertido en delito,
en robo mal hecho. 
La furgoneta tiene una rueda pinchada,
y cuando huyo me cojea el corazón. 
Cuando huyo me tiembla la piel,
me tiembla la carne,
me tiembla el agua.

Últimamente es que me he olvidado de mi. 

Ya no se regalan flores, ni para una misma.
Me he olvidado de mi y me he dejado absorber
por la maldad de estas calles,
por la maldad de esta cabeza mía.
Por la maldad, a secas.

Todo cuesta.
Simplemente todo cuesta.
Despertarse y ser la que es,
despertarse y fingir que el perfume de la estantería es suficiente.
Despertarse y ver que la mentira
es solo eso, un charco salado de memorias.

Y duele en el pecho,
en la garganta,
en la cabeza.

Duele quererse tan poco.
Duele olvidarse de una.
Duele romperse.
Duele florecer.
Duele la lentitud con la que volvemos a vivir.
Duele romperse.
Pero más duele la caída,
y más duele levantarse viendo las siguientes piedras.


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