NI PURO NI INNATO

Mi pareja y yo hablamos a veces sobre la fe, la religión y el control social. Él es un escéptico empedernido y yo soy estudiantes de antropología, por lo que en ocasiones no nos entendemos y acabamos con dolores de cabeza. 

Pero el escepticismo es una creencia más, una fe que se esconde en cualquier religiosidad a la hora de no aceptar la fe ajena. Sea tu preferencia la cristiandad, el islam o la ciencia (por poner tres ejemplos conocidos), a todxs nos gusta creer en algo para no sentir que caemos a ciegas sobre la incertidumbre; y nada es neutro, ni objetivo, ni puro, ni innato. 

Embaucado por la dopamina, serotonina y oxitocina, dijo que, en lo que sí creía, era en nosotrxs. Y esa... esa sí que es una creencia efímera y peligrosa; llena de huecos, agujeros y grietas que la piel cultiva pasadas las experiencias. Creer en las personas es el mayor acto de fe y de valentía que, en los tiempos que corren, se puede hacer. Dejarse enamorar con todo el porcentaje cerebral que tenemos es sin duda una religión, una por la que aceptamos las horas tirados en la cama hablando hasta las tres de la mañana y por la que hacemos viajes largos en tren para vernos una noche y una mañana sin desayuno incluido. Una por la que peleamos pero nos buscamos las manos en la cama para reconciliarnos, una por la que nos hacemos el amor en pleno agosto; una por la que aprendemos a cuidarnos bien y querernos mejor, libres de maletas.


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