CONTROL

Creo que es la inercia y la costumbre la que me hacen caer siempre en el mismo error. Llamémosle piedra, patrón, ganas de darse contra el suelo. Llamémosle miedo.

Es como si tuviera que recordar, casi a gritos y a golpes de calendario, que la memoria que tengo es mía pero que algún día desaparecerá. Algún día no seré nadie… no seré. Todas mis batallas no tendrán futuro, y todas mis inseguridades no tendrán sentido; o al menos tendrán aún menos del que ya tienen en la actualidad. Mi edad no importará; ni mi color, ni mi clase social, ni mi mente, ni mi género ni mi sexo. No importaré yo. Y no sé si es porque aún me espera algo bonito por vivir, o es que al aceptar que el hogar está dentro de mi y que las paredes están rotas desde hace tiempo, ponerme tiritas sirve menos que dejarme florecer.

La paciencia nunca ha sido mi fuerte, pero he tenido mucha; he tenido paciencia para resistir el golpe del dolor de la agresión; la he tenido al ver que levantarse después de ser destruida no se hace cuando la mente quiere sino cuando el cuerpo puede. He tenido paciencia al aguantar la culpa, la vergüenza. Tengo paciencia cuando veo mi alma romperse de nuevo y tengo que dejarla en el suelo un rato, tumbada y si es posible con un calefactor al lado y una toalla bajo sus espaldas. Dejo que la radio haga de las suyas durante un tiempo, hasta que pueda volver a tener el control. Mi cuerpo en ese momento no es nada más que un ramo de flores marchito en busca de agua limpia, en busca de un oasis, en busca de algo de música. Mi cuerpo, en ese momento, solo es el recipiente de mi dolor y mi nostalgia; las grietas parecen verse en los espejos, pero las lágrimas se quedan dentro. Y el deseo por escapar crece, la incertidumbre me consume y las dudas parecen haberse puesto de acuerdo para hacerme temblar por todos los rincones donde quede piel.

Quieta lo acepto y me dejo sudar. Desahogarse siempre de esta manera cansa, porque no parece que haya felicidad, ni gloria ni momentos bonitos. Quiero que llueva y que la tormenta se me lleve a algún lugar donde no conozca a nadie. Me gustaría ser más valiente, y saber decir adiós habiéndolo decidido yo.



 

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