CLICHÉ

Hay canciones que provocan cosas cuando las escuchas. Como Bedford Falls, de Ford. Es una canción sin letra, y para mí, es como una balada a la calma que llega pasada la tormenta. Parece que escuches recuerdos, que se detenga el tiempo. Cada vez que la escucho me acuerdo de ti. Supongo que sabrás por qué, es bastante evidente. Reconozco que he estado evitando escucharla desde hace -en cinco días hará dos meses, pero quién los cuenta- bastante tiempo, y hoy, cuando me he querido poner a escribir, es la primera canción que me ha apetecido poner.

    Hay otras canciones que me recuerdan a ti y que no llevan tu nombre; es inevitable supongo. Con esas canciones te escribo cartas. Algunas son largas, como esta, y otras caben en simples pósits de colores de sujeción discutible. Y es que siempre he usado la escritura para enviar mensajes. Uso la metáfora y la retorica, pero todo lo que escribo se interpreta deprisa; es fácil de descifrar y creo que soy bastante clara. Escribiendo siempre soy más clara; no hay miradas buscando errores en lo que digo, ni gestos bruscos, ni suspiros llenos de impaciencia. No hay prisa de parte de nadie porque acabe lo que tengo que decir. El papel no espera nada de mí y eso me alivia. Es como la música; escucho sin conocer los tecnicismos,  pero esta no me pide nada mientras la admiro. Solo me regala su tiempo y yo solo tengo que poner mis oídos. 

Por desgracia con las personas no es así. Las personas siempre buscamos algo a cambio: Un favor, un regalo, una sonrisa, un orgasmo, un viaje, un abrazo; comida, dinero, tiempo, un baile. No hacemos nada sin ánimo de lucro. Yo me conformo con una buena conversación, una buena discusión que tener una tarde cualquiera en un bar, o cama, o balcón, o cocina cualquiera. Es difícil encontrar personas con las que hablar, con las que discutir, y con las que reírse a pleno pulmón después. Es difícil encontrar personas con las que las horas pasen volando; con las que te sientas tranquilx; con las que cualquier cosa es y se siente suficiente. 

Ayer le expliqué a Sonia, mientras permanecíamos estiradas en nuestras esterillas con la vista clavada en el cielo lleno de estrellas, que notaba un importante número de muros construyéndose justo delante de mí. Nada entra, nada sale, nada afecta y nada duele. Excepto tú. Tú sigues doliendo. Me gustan estos muros. No quiero que se vayan todavía y no quiero que nadie los rompa por mí. Me protegen y me hacen sentir segura, más valiente; y no he estado sintiendo mucho de eso estos últimos meses. Siempre había tenido muros, pero estos son diferentes. Se han construido desde que te fuiste esa última vez de casa. No me diste un beso de despedida y ahí quedó todo. Sin beso de despedida no hay promesa para una próxima vez; se rompe el hilo. Ahí nos quedamos, parados en el tiempo y en mi cabeza sonando Bedford falls


p.d.: Me he convertido en un cliché de los que siempre me quejo


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