CUANDO VAS A LA PSICÓLOGA

Las heridas arden menos cuando las ves. 

Mi corazón explota de entusiasmo. 

Mi piel se eriza por dentro -siempre por dentro-, y me contemplo de cerca. Por fin de cerca. 

Las heridas se hacen oasis, un bálsamo para la razón. Las heridas se convierten, de repente, en preciado detalle que decora mi cuerpo. Me hacen sentir viva. 

Mis heridas parecen rosas sin espinas, y me lleno la carne de tiritas, tiritas que al sacarlas no tiran. 

Me siento viva y mi cuerpo respira con calma. Quiero llorar. Aquí, en el tren. Me emociono. 

!Ay estas heridas! Que al abrirse me devuelven trocitos de mí. 

!Ay estas heridas! 


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