LA MAMA

Recuerdo con mucha claridad el arroz a la cubana y los viernes de pasta con salchichas en aquel salón frío. Recuerdo el vahó que salía de tu habitación y lo cálido que se estaba en la mía, y como aun así siempre quería dormir contigo, acurrucadas y tapadas por aquel edredón que siempre me pareció no tener fin.

Recuerdo aquella habitación en la que estuvimos viviendo un año, durmiendo en literas, con dos gatos y un periquito; aquella cocina compartida y los pasillos que llevaban a habitaciones que nunca llegué a investigar. Recuerdo todos los copos de avena calientes que me hacías en invierno y aquel jardín enorme en el que mis primos y yo recogíamos higos para hacer batidos de frutas. 

Recuerdo aquel hombre que te hizo llorar, y todas las plantas que llenaban siempre todas nuestras casas. Recuerdo como tu mayor ilusión después del trabajo era cenar conmigo y saber de mi día. Recuerdo todas las galletas hechas a mano por Navidad y como nuestra puerta siempre estaba abierta, aunque no tuviéramos mucho. Eras [eres] experta en hacer sentir cómoda y querida a la gente. 

Recuerdo a los quince años, cuando traje por primera vez a un chico a casa, tu voz al día siguiente: "Te he comprado condones, están en el armario del baño", sonriéndome con confianza. Se me calló la cara de vergüenza, pero te quise mucho, porque las madres de mis compañeras de clase no hacían esas cosas. 

Recuerdo todas las mañanas de mis cumpleaños decoradas con guirnaldas y globos. Te despertabas muy pronto para que yo recibiera mi nuevo año así, lleno de color. Y recuerdo como quietarlo todo nos daba tanta lástima que lo dejábamos todo colgado durante semanas. 

Recuerdo tu voz cantarme por las noches y tus dos manos tapándome los oídos para poder dormir. Sabias que el ruido del mundo me hacía daño, y con todas tus fuerzas intentabas permanecer despierta, aunque hubieras estado horas trabajando y llevando tu cuerpo al límite, para que yo me durmiera tranquila. 

Eres la que más se ríe con mis bromas, la que me apoya incondicionalmente sabiendo que encontraré el camino correcto. No sé cómo lo haces, pero creo que saber que estás ahí me da fuerzas para hacer las cosas bien. Me enseñaste a aguantar el equilibro, estirando los brazos y mirando hacia delante. Me sentía poderosa y única porque mi madre me dejaba hacer cosas que otros niños no podían hacer. Confiabas en mí y eso me hizo fuerte. Confiaste en ti y me educaste bien. 

 

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