SALIR VOLANDO

A veces, cuando veo reflejada en los demás la libertad que yo tengo guardada muy en el fondo de mi, me asusto y me entra la inquietud. Siento rechazo y me escudo. Y no es que no sea bella esa libertad, pero si ellos lo tienen tan fácil como yo para desprenderse, ¿Qué les hará no alejarse de mi? ¿Qué les hará querer estar conmigo si pueden salir corriendo, como he estado haciendo yo durante años? 

Veo esa ligereza; ese viento en sus ojos, y pienso que es lo mismo que tengo yo; que es lo mismo que tengo yo en lo más profundo de mi; que es lo que tengo yo que me ayuda a no sentir dolor cuando me alejo, cuando me tengo que alejar o cuando me alejan. Es ese preciso viento el que me hace salir corriendo sin darme cuenta que me he puesto a correr; es ese mismo viento el que, como el ronroneo de un gato, me susurra que quiero las emociones del otro pero por encima de todo quiero la libertad de salir volando. Es ese preciso viento el que me embriaga con mariposas y sonrisas tontas, y es ese mismo viento el que me llena de dudas, miedos e inseguridades que hacen que la puerta se entre abra cada vez más deprisa. 

Si los otros también tienen viento... ¿Qué les ancla al suelo para no salir volando? 

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