Chocolate

Un día estaba hablando con mi hermana mayor sobre las debilidades personales, y le expliqué que mi gran adicción, con la que perdía el control absoluto desde bien pequeña, era el chocolate, y que resultaba casi imposible comprar una tableta de este y esperar que llegara entera al final de la semana. Por lo que había decidido, desde bien chiquita, que era mejor no comprar chocolate, no tenerlo en casa y, por tanto, no caer en la tentación de devorarlo en un solo día. Mi hermana me miró curiosa y me preguntó: "Entonces, prefieres privarte del chocolate a gestionar el ansia que te produce, ¿No?". "Por lo que parece sí", le confesé. 

Y considero que es una de las lecciones más importantes que mi hermana, sin saberlo, me ha dado con una simple pregunta, ya que yo siempre estoy hablando sobre la importancia de la gama de grises a la hora de tomar decisiones, pero la realidad es que siempre estoy, como una pelota de tenis en la pista de juego, entre el blanco y el negro, y subiendo y bajando de 0 a 100, agitándome y llenándome la cabeza y el corazón de emociones propias y ajenas. 

Creo que aquellas palabras que mi hermana me dijo me han servido a lo largo de los años no solo con mi descontrol por el chocolate con almendras, sino también en otros ámbitos de mi vida; me han servido para entender que hay que aprender a convivir con las debilidades, a convivir con la vulnerabilidad y a compartir tiempo con tus "esto me cuesta", "creo que ahora no puedo asumirlo", "espera, vayamos más despacio", o "me siento insegura perdiendo el control". 


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