ESPACIO REDUCIDO

Me harto de mí, pero me sigo encontrando en un espacio reducido de aproximadamente 60 kilos y un metro setenta y dos. Me veo distinta y similar, noche y día, planta y raíz. 
Me pesa el alma aunque no la pueda ver y me mezo despacio, rezándole a mi piel que deje de necesitar contacto ajeno. Por favor... Para. Me mezo despacio en este charco que sueña con ser marea y me hago finita en el recuerdo de alguien que nunca supo cómo quererme. O tal vez era yo, la que no sabía como quererme... 

Soy la herencia de hombres fríos y mujeres cansadas de tener que llorar para ser escuchadas. Soy la luna de algún planeta rectangular que se negó a crecer despacio. Y se me nubla la garganta y pienso en todas las veces que dije que sí, en todas las veces que me deje sumir en el sueño de gente con insomnio. 

No sé qué hacer. 
Miento. 
Sí sé, pero se interpone la duda y tiemblo. Me paso la vida temblando. 

Sudo el coraje y sudo el miedo. Me contradigo y busco coherencia en palabras que se me quedan grandes. 
Y es que soy la memoria de hombres distantes y mujeres enseñadas a querer por encima de sus posibilidades. Y yo, en mis formas y personalidades varias, he aprendido a amar sin amarme y a verme extraña en el espejo. 

Me canso de mí y ojalá poder retroceder el tiempo... Aunque no sé dónde podría volver. No sé dónde y cuándo estuve realmente bien. Tal vez en aquella terraza, con mi madre rompiendo platos para liberar el estrés cuando aún vivíamos en el pueblo, o en aquellas rutas en bici con mi padre y mis hermanos, cuando aún éramos tribu. 

Carla Morrison ofrece sus piernas como reposo en una de sus canciones. Ahora me vendría bien sentir que alguien me arropa y que quiere seguir arropándome hasta que pueda levantarme de nuevo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Aprendo (a veces)

DOMINARME