PANDORAS

Me revelé como lo hacen los pájaros cuando se acerca la oleada de calor y vuelan hacía algún lugar más fresco, para hacer quien sabe qué. Aunque yo estoy segura de que buscan el frío para no sudar mientras follan.

Me revelé sin ninguna prohibición en las espaldas, pintándome el cabello de colores y aprendiendo a desaprender lo aprendido como sirena con pies, creándome como pez fuera del agua, como piel rasgada o como raíces del revés.

Tal vez deberíamos ser más pájaro
y buscar zonas frescas donde podamos fusionarnos con el cuerpo ajeno durante horas.

Me construí una pared y me auto convencí del sentimiento en silencio, del amor por dentro, del miedo amenazado, de la ruptura curada y de los ojos húmedos escalando montañas imposibles de descender. 

Me auto convencí de la caída,
Y ahí están mis millones de Pandoras dándome la bienvenida.

Me revelé contra el ruido y quise taparme los oídos, o que otres me los taparan: dejarme cuidar… suena entre irónico y tono de vergüenza. Suena a lejano y a mentira, a trauma en la cabeza, a historia de amor. Yo no hago historias de amor, no de esas. Ya no.

Pero ahora quiero muchos besos, y muchos viajes, y muchas copas de vino con bocadillos de queso. Ahora quiero muchos momentos en la hierba del campus, en el salón de mi casa, en la terraza poniéndome ciega. Ahora quiero gastar cajas de condones y conectar con consciencia de que consumo y devuelvo energía.

Ahora quiero revelarme contra lo más escondido de mí, y aprender a ser pequeña, a ser vulnerable; aceptar el hambre de ser necesitada por alguien, y dejarme caer y saber que puede haber peligro cuando llegue; y rendirme a esa posibilidad. 


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